SAN MARTIN, EL PADRE DE LA PATRIA



Será por obra de nuestros maestros, será por obra de nuestros historiadores, o será por obra de nuestros padres, lo ciero es que los argentinos amamos a San Martín, y vemos en él al protitipo de nuestro héroe, es nuestro prócer por excelencia, y no por nada, lo consideramos el padre de nuestra patria.

Hace unos años en un programa televisivo muy comentado, tuvimos la oportunidad de elegir a lo largo de varias emisiones, y entre una cantidad de figuras de renombre nacional e internacional, a quién considerábamos los argentinos, el mayor representante de nuestro gen. Y el elegido fue Don José, a pesar de haber competido con personajes mucho más populares y contemporáneos.

A continuación repasaremos su vida y obra, que justifican largamanete el por qué de aquella elección.

Todos sabemos que José Francisco de San Martín nació en 1778 en Yapeyú, una ex misión jesuítica situada a orillas del río Uruguay en la Gobernación de las Misiones Guaraníes del Virreinato del Río de la Plata, en la actual Provincia de Corrientes, Argentina.

Su padre, Juan de San Martín, había nacido en la villa de Cervatos de la Cueza, en la Provincia de Palencia (antiguo Reino de León, España), y era Teniente gobernador del departamento. Sirvió como militar a la Corona española y fue el primer teniente gobernador de la Gobernación de las Misiones Guaraníes con sede en Yapeyú, creada para administrar las treinta misiones jesuíticas guaraníes, luego de que la orden fuera expulsada de América por el rey Carlos III en 1777.

Su madre, Gregoria Matorras del Ser, también había nacido en la Provincia de Palencia, el 12 de marzo de 1738, concretamente en Paredes de Nava. Era prima hermana de Jerónimo Matorras, Gobernador y Capitán General del Tucumán.

San Martín fue el menor de cinco hermanos; María Elena (18 de agosto de 1771), Manuel Tadeo (28 de octubre de 1772) y Juan Fermín (5 de febrero de 1774), nacidos en la Real Calera de las Vacas, jurisdicción de la parroquia de Las Víboras, y Justo Rufìno (1776) nacido ya en Yapeyú como su hermano José Francisco.

En 1781, cuando San Martín tenía tres años, la familia se trasladó de Yapeyú a Buenos Aires. Luego se mudaron a España, embarcando rumbo a Cádiz el 6 de diciembre de 1783 y se radicaron en la ciudad de Málaga.

José comenzó sus estudios en el Real Seminario de Nobles de Madrid y en la Escuela de Temporalidades de Málaga en 1786. Allí aprendió castellano, latín, francés, alemán, baile, dibujo, poética, esgrima, retórica, matemática, historia y geografía. Poca cosa, verdad?

El 21 de julio de 1789, a los once años de edad, comenzó su carrera militar en clase cadete en el Regimiento de Murcia, mientras estallaba la Revolución francesa. Luchó en la campaña del norte de África combatiendo a los moros en Melilla y Orán. El 19 de junio de 1793 fue ascendido a subteniente 2°, por sus acciones en los Pirineos frente a los franceses. En agosto de ese año su regimiento, que había participado en las batallas navales contra la flota inglesa en el mar Mediterráneo, se rindió. El 28 de julio de 1794 alcanzó el grado de subteniente 1°, el de teniente 2° el 8 de mayo de 1795, ayudante 2° el 26 de diciembre de 1802 y capitán el 2 de noviembre de 1804.

Durante el período siguiente luchó con el grado de capitán 2º de infantería ligera en diferentes acciones, en la Guerra de las Naranjas contra Portugal (1802) y en Gibraltar y Cádiz contra los británicos (1804).

En 1808 las tropas de Napoleón Bonaparte invadieron la península Ibérica y el rey Fernando VII fue hecho prisionero. Poco después estalló la rebelión contra el emperador y contra su hermano José Bonaparte, que había sido proclamado rey de España. Se estableció una Junta Central de Gobierno, que actuó primero en Sevilla y luego en Cádiz. San Martín fue ascendido por la Junta al cargo de ayudante 1º del Regimiento de Voluntarios de Campo Mayor. También sirvió más de un año a bordo de la fragata de guerra Dorotea.

Batalla de Baidén
Distinguido por sus acciones contra los franceses, fue ascendido a capitán del Regimiento de Borbón. Su principal actuación fue en la gran victoria de la Batalla de Bailén, del 19 de julio de 1808, en que tuvo una actuación destacada como ayudante del general marqués de Coupigny. Esta victoria fue la primera derrota importante de las tropas de Napoleón, y permitió al ejército de Andalucía recuperar Madrid. En premio por su actuación, San Martín recibió el grado de teniente coronel el 11 de agosto de 1808. El ejército completo recibió la Medalla de Oro de los Héroes de Bailén.

Continuó luchando contra los franceses en el ejército de los aliados en el Rosellón, Portugal e Inglaterra. En la Batalla de La Albuera combatió a las órdenes del general William Carr Beresford, curiosamente, el mismo que dos años antes había invadido Buenos Aires.

En esas campañas conoció a Lord Macduff, un noble escocés que lo introdujo a las logias secretas que conspiraban para conseguir la independencia de América del Sur. Fue allí que hizo contacto por primera vez con círculos de liberales y revolucionarios, que simpatizaban con la lucha por la independencia americana.

Participó en 17 acciones de guerra: Plaza de Orán, Port Vendres, Baterías, Coliombré, fragata de guerra Dorotea en un combate con el navío británico El León, Torre Batera, Cruz de Yerro, Mauboles, San Margal, Baterías de Villalonga, Bañuelos, las Alturas, Hermita de San Luc, Arrecife de Arjonilla, Batalla de Bailén, combate de la Villa de Arjonilla y en Batalla de Albuera.

Como vemos Don José, ya tenía algunos pergaminos y unas cuantas batallas encima, antes de regresar a América y emprender la campaña libertadora.

El 6 de septiembre de 1811 renunció a su carrera militar en España, solicitando un pasaporte para viajar a Londres. Su jefe se lo concedió junto con cartas de recomendación, entre ellas una para Lord Macduff, y partió el 14 de septiembre de ese año para vivir en el número 23 de la calle Park Road en el distrito de Westminster, en Londres. Allí se encontró con compatriotas de la América española: Carlos María de Alvear, José Matías Zapiola, Andrés Bello y Tomás Guido, entre otros.

Según algunos historiadores, aquellos formaban parte de la Gran Reunión Americana, sociedad de presuntas filiaciones masónicas, fundada por Francisco de Miranda, quien junto a Simón Bolívar, ya luchaba en América por la independencia de Venezuela. Es posible que, ya dentro de la hermandad, se haya relacionado con políticos británicos que le hicieron conocer el Plan de Maitland, una estrategia para que América se liberara de España.

El 19 de enero de 1812 San Martín se embarcó hacia Buenos Aires en la fragata británica George Canning, arribando a Buenos Aires el 9 de marzo. Fue recibido por los miembros del Primer Triunvirato, quienes le reconocieron su grado de teniente coronel.

"El nueve del corriente ha llegado á este puerto la fragata inglesa «Jorge Canning», procedente de Londres, con cincuenta días de navegacion (...) A este puerto han llegado entre otros particulares que conducía la fragata inglesa, el Teniente Coronel de caballería don José de San Martin primer ayudante de campo del general en gefe del ejército de la Isla, Marqués de Coupigny; el Capitan de infantería don Francisco Vera; el Alferez de navio don José Zapiola: el Capitan de milicias don Francisco Chilavert: el Alferez de carabineros reales don Carlos Alvear y Balbastro; el Subteniente de infantería don Antonio Arellano; y el primer teniente de guardias walonas Baron de Holmberg. Estos individuos han venido á ofrecer sus servicios al gobierno, y han sido recibidos con la consideracion que merecen, por los sentimientos que protestan en obsequio de los intereses de la patria".
Gaceta de Buenos Aires, número 28 del viernes 20 de marzo de 1812

El 16 de marzo, el gobierno aceptó su propuesta de crear un cuerpo de caballería, que llamó Regimiento de Granaderos a Caballo, para custodiar las costas del río Paraná. Durante el año 1812 se ocupó de instruir a la tropa en las modernas técnicas de combate que conocía por su extensa actuación europea contra los ejércitos de Napoleón.

"El Gobierno Superior Provicional, etc.— Atendiendo á los méritos y servicios de Don José de San Martin, y á sus relevantes conocimentos militares, ha venido en conferirle el empleo efectivo de Teniente Coronel de caballería, con el sueldo de tal, desde esta fecha, y Comandante del Escuadron de Granaderos á caballo que ha de organizarse, concediéndole las gracias, exenciones y prerrogativas que por este título le corresponden, etc. etc.—"
Dado en Buenos Aires á 16 de marzo de 1812 —Feliciano Antonio Chiclana—Manuel de Sarratea— Bernardino Rivadavia—Nicolas de Herrera, Secretario.

Junto con Carlos María de Alvear, fundó a mediados de 1812 una filial de la Logia de los Caballeros Racionales, que rebautizó con el nombre de Logia Lautaro. El nombre fue tomado del cacique araucano Lautaro, que en el siglo XVI se había sublevado contra los españoles. La sociedad estaba formada como las logias masónicas de Cádiz y de Londres, similar a la que en Venezuela tenía como miembros a Francisco de Miranda, Simón Bolívar y Andrés Bello. Su objetivo era «trabajar con sistema y plan en la independencia de la América y su felicidad». Sus miembros principales, además de San Martín y Alvear, eran José Matías Zapiola, Bernardo Monteagudo y Juan Martín de Pueyrredón.

En octubre de 1812, cuando llegó a Buenos Aires la noticia de la victoria del Ejército del Norte en la batalla de Tucumán, comandado por Manuel Belgrano, San Martín dirigió un movimiento militar preparado por la Logia, con el objeto de derrocar al gobierno, al cual juzgaban poco decidido por la independencia. Bajo la presión de los cuerpos armados y del pueblo, se nombró un Segundo Triunvirato constituido por Juan José Paso, Nicolás Rodríguez Peña y Antonio Álvarez Jonte. Se exigió, además, llamar a una Asamblea Suprema de delegados de todas las provincias, con el fin de declarar la independencia y dictar una constitución.

El 12 de noviembre de 1812, a los 34 años, contrajo matrimonio con María de los Remedios de Escalada, de 14 años. Pero a no prejuzgar, en aquellos años este tipo de enlaces eran moneda corriente.

Combate de San Lorenzo
La primera acción militar de San Martín y su recién creado Regimiento de Granaderos a Caballo estuvo dirigida a detener las incursiones con que los realistas de Montevideo asolaban las costas del río Paraná, principal afluente del Río de la Plata y vía de comunicación estratégica para la región. 

San Martín se instaló con sus tropas en el convento de San Carlos, posta de San Lorenzo, en el sur de la actual Provincia de Santa Fe. El 3 de febrero de 1813 y ante el desembarco de 300 realistas, se libró el Combate de San Lorenzo, casi frente al convento, a orillas del río.

Dado que existían aún sospechas acerca de la fidelidad a la causa independentista por parte del recién llegado San Martín, él decidió avanzar al frente de la reducida tropa de granaderos a caballo. Como consecuencia, su caballo fue mortalmente herido y San Martín, aprisionado bajo su cabalgadura, estuvo a punto de ser ultimado por un realista. Le salvó la vida el soldado correntino Juan Bautista Cabral, que antepuso su cuerpo a dos bayonetazos. San Martín lo ascendió post mórtem, por lo que actualmente es conocido como el Sargento Cabral.

Este combate, que por la cantidad de combatientes de ambos bandos podría parecer secundario, permitió alejar para siempre a las flotas realistas que merodeaban por el río Paraná, saqueando las poblaciones.

Encuentro con Belgrano
Luego de esta victoria, San Martín fue designado para hacerse cargo del Ejército del Norte, donde debió reemplazar al general Manuel Belgrano. Su encuentro con el jefe saliente ha sido llamado «abrazo de Yatasto», ya que la tradición lo ha fijado en la Posta de Yatasto, en la Provincia de Salta. Sin embargo se ha demostrado que el encuentro fue el 17 de enero de 1814, a la salida de la posta de Algarrobos, en cercanías del Río Juramento y a 14 leguas de Yatasto.

Como comandante del Ejército Auxiliar del Perú debía reorganizar un ejército deshecho por las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma. A tal fin retrocedió hacia San Miguel de Tucumán, donde acantonó al Ejército en una fortaleza en construcción, conocida como la Ciudadela, y se dedicó a reforzarlo y adiestrarlo concienzudamente.

Al poco tiempo de encontrarse San Martín en Tucumán, llegó a la conclusión de que era imposible llegar por el camino del Alto Perú hasta Lima, que en ese momento era el centro del poderío realista, y desde donde se enviaban expediciones a reconquistar los territorios perdidos ante los independentistas. Cada vez que un ejército realista descendía del Altiplano hacia los valles de la provincia de Salta era derrotado, y cada vez que un ejército patriota ingresaba en el Alto Perú, era también aniquilado.

Fue entonces que el general concibió la idea, que luego realizaría con éxito, de cruzar la Cordillera de los Andes y atacar la ciudad de Lima desde el mar. Para mantener segura la frontera del norte, pensaba San Martín, bastaban las tropas irregulares salteñas al mando del coronel Martín Miguel de Güemes, a quien encargó la defensa de la frontera norte y comenzó a preparar su futura estrategia militar.

Dejó brevemente el mando del ejército al general Francisco Fernández de la Cruz, retirándose a Saldán (provincia de Córdoba), para reponerse de una úlcera estomacal. Allí mantendría conversaciones con su amigo Tomás Guido, en las que lo convencería de la necesidad de independizar la región desde Chile.

En 1814 el Director Supremo Gervasio Antonio de Posadas lo nombró gobernador de la Intendencia de Cuyo, con sede en Mendoza. Para entonces, su plan ya estaba terminado y aprobado, y a partir de ese momento San Martín comenzó los preparativos para la campaña al Perú.

Al poco tiempo de asumir, llegó allí el coronel Juan Gregorio de Las Heras, que había comandado fuerzas argentinas en Chile, y que se había retirado por las desinteligencias de los patriotas. Lo envió de regreso, para intentar ayudar a los patriotas chilenos contra la ofensiva realista, pero éste llegó poco después del desastre de Rancagua, en el que se perdió la independencia chilena. Sólo alcanzó a proteger el cruce hacia Mendoza de miles de refugiados chilenos.

Los chilenos venían divididos en dos bandos irreconciliables: los conservadores bajo el mando de Bernardo O'Higgins, y los liberales bajo el de José Miguel Carrera. San Martín decidió que debía tomar partido rápidamente, y se decidió por O'Higgins. Luego de un intento de desconocer la autoridad del gobernador de Cuyo, el general Carrera fue arrestado, despojado de su mando y luego expulsado de Mendoza.

El plan de San Martín había sido pensado para ser llevado a cabo desde un Chile patriota; con la caída de este país en manos enemigas, el plan parecía destinado a ser desechado. Pero San Martín tomó la decisión de seguir adelante, sólo que primero tendría que liberar Chile.

El 23 de agosto de 1816 nació en Mendoza su única hija, Mercedes Tomasa, quien lo acompañaría en el exilio.

A pesar de la oposición del nuevo director supremo, Carlos María de Alvear, a quien había conocido en Cádiz y que lo había acompañado hasta entonces, se dedicó a organizar el Ejército de los Andes.

Reunió en un solo ejército a los refugiados chilenos, a las milicias locales de Cuyo, gran cantidad de voluntarios de su provincia, y varios oficiales del Ejército del Norte. También pidió y obtuvo que los batallones del Regimiento de Granaderos a Caballo, desperdigados entre varios destinos, le fueran enviados a Cuyo.

Como el director Alvear intentó someterlo a su autoridad, le presentó su renuncia al cargo de gobernador. El general tenía muy claro su objetivo. Alvear, sin dar el brazo a torcer, envió a reemplazarlo al coronel Gregorio Perdriel, pero los mendocinos lo rechazaron airadamente. De modo que San Martín fue confirmado como gobernador por elección popular.

Poco después del nombramiento como nuevo Director Supremo del general Juan Martín de Pueyrredón, se reunió con él en Córdoba, donde discutieron largamente su plan de campaña sobre Chile y Perú. El 20 de mayo de 1816, Tomás Guido presentaría una Memoria oficial, en la que se exponía detalladamente el plan, que sería aprobada y mandada a ejecutar por el Director.

Presionó a los diputados cuyanos al Congreso de Tucumán para declarar la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata, objetivo conseguido el 9 de julio de 1816.

Para financiar su campaña, además de los cuantiosos aportes de Pueyrredón, obligó a pagar «contribuciones obligatorias» a todos los comerciantes y hacendados. A cambio se les extendía un vale, para cobrarlo «cuando las circunstancias lo permitan». En cambio, tuvo muy pocos miramientos para confiscar los bienes de todos los españoles que no se destacaran en la ayuda a la causa de la Independencia.

Formó un gran campamento militar en El Plumerillo, al noroeste de la ciudad de Mendoza, donde actualmente se encuentra el aeropuerto de la ciudad. Allí formó a sus soldados y oficiales, fabricó armas (sables, fusiles, cañones, municiones y pólvora) y uniformes. Tuvo que ocuparse de engordar mulas y caballos, y fabricar y colocarles herraduras.

El jefe de sus talleres, fray Luis Beltrán, inventó un sistema de poleas para pasar los precipicios con los cañones y otro de puentes colgantes, ambos transportables. La sanidad del ejército estaba en manos del cirujano inglés James Paroissien. El coronel Álvarez Condarco se encargó de realizar los planos de los distintos cruces de la Cordillera de los Andes.

Antes de iniciar la marcha, reunió a los caciques mapuches y les pidió permiso para invadir Chile a través de sus tierras. Alguno de estos caciques le hizo llegar esa noticia al Capitán General de Chile, Casimiro Marcó del Pont, por lo que éste creyó que el grueso del ataque sería por el sur, lo que lo llevó a dividir sus fuerzas.

Por aquel entonces fue tentado para combatir a los federales en nuestro país, pero él se negó a distraer su esfuerzo bélico de las campañas emancipadoras en Chile y en Perú. Por este motivo los unitarios, en particular Bernardino Rivadavia, llegaron a acusarlo de «traidor». 

El 12 de enero de 1817 se inició el Cruce de los Andes en dirección a Chile. El Ejército de los Andes fue uno de los dos grandes cuerpos militares que las Provincias Unidas del Río de la Plata desplegó en la Guerra de Independencia Hispanoamericana; contó inicialmente con 3 brigadieres, 28 jefes, 207 oficiales, 3.778 soldados (incluyendo a parte de los oficiales y soldados chilenos que emigraron a Mendoza después de la batalla de Rancagua), 1.200 milicianos montados (para conducción de víveres y artillería), 120 barreteros de minas (para facilitar el tránsito por los pasos), 25 baquianos, 47 miembros de sanidad (para el hospital de campaña), 16 piezas de artillería (10 cañones de 6", 2 obuses de 4 1/2" y 4 piezas de montaña de 4"), 15 empleados civiles, 1.600 caballos extras (para caballería y artillería) y 9.281 mulas (7.359 de silla y 1.922 de carga). 

Con el objetivo de dividir a las tropas enemigas, San Martín ordenó primero el avance de parte de las tropas por los pasos de Come Caballos, Guana, Portillo y Planchón. Estos no eran los pasos elegidos para las columnas principales, sino que los dos primeros se hallaban al norte y los últimos al sur de los realmente seleccionados, que eran los que ya habían sido analizados por José Antonio Álvarez Condarco, o sea, los pasos de Uspallata y Los Patos. Era un avance en varios sectores, en un frente de más de 2.000 kilómetros, a través de una gigantesca cordillera. Con esto se pretendía distraer a las fuerzas realistas de Chile que no sabían en definitiva por donde arribarían, y los obligaba a dividir sus fuerzas y provocar movimientos favorables a la Revolución en zonas alejadas de la capital, Santiago de Chile, entre ellas la dirigida por Ramón Freire hacia Chillán, que llegó unos días antes que las demás y convenció al gobernador realista que el ataque principal sería por el sur.

A partir del 17 de enero de 1817, inició el Ejército de los Andes, el avance de sus columnas principales por los pasos de Los Patos y Uspallata.


Cruce de los Andes
Las dos columnas principales estaban formadas por 3.500 soldados, cien baqueanos, mil caballos, diez mil mulas (de las que llegaron cuatro mil), treinta cañones, casi un millón de cartuchos de fusil, varias toneladas de pólvora, y alimento para todos los hombres y animales para un mes de marcha.

El grueso del ejército al mando del propio jefe de la expedición, el general San Martín, tomó la ruta llamada corrientemente Paso de Los Patos. El cuerpo estaba formado por la vanguardia al mando del brigadier mayor Estanislao Soler, el centro al mando del Brigadier Bernardo O'Higgins, la escolta de granaderos al mando de Tte. Cnel. Mariano Necochea y la retaguardia al mando del Tte. Cnel. Pedro Regalado de la Plaza, que conducía la maestranza del ejército. Había varios días de diferencia entre la vanguardia y la retaguardia. San Martín fue de los últimos en partir, porque precisamente estuvo controlando lo más importante, es decir la salida en orden del ejército. O`Higgins, quien iba al centro, le escribía casi cotidianamente a San Martín, que venía uno o dos días más atrás, y le informaba sobre su marcha y la de Soler (Las cartas de O'Higgins son uno de los documentos más precisos para conocer las alternativas de la marcha del ejército a través de las montañas sanjuaninas). El cuerpo abrió la marcha desde El Plumerillo el 19 de enero de 1817, tomó por Jagüel, Yalguaraz, Río de los Patos, salvó el alto cordón del Espinacito por el paso homónimo, situado a 5.000 metros. El 2 de febrero de 1817 inició el paso de la cadena limítrofe por el Paso de las Llaretas. Esta columna tropezó con las mayores dificultades, pues fue preciso escalar cuatro cordilleras. Soler que iba adelante logró las victorias de Achupallas (4 de febrero de 1817) y Las Coimas (7 de febrero de 1817). Al día siguiente ingresaron en San Felipe.

El avance por el Paso de Uspallata y el valle del Río Mendoza, se inició el 18 de enero de 1817, conduciendo todo el parque y la artillería, cuyo transporte era imposible por el más escabroso paso de Los Patos. A cargo de las tropas de 800 hombres, se hallaba el brigadier Juan Gregorio de Las Heras, siendo su segundo el mayor Enrique Martínez. Entre los hombres destacados que lo acompañaban, cabe destacar al fray Luis Beltrán. Tras vencer en los combates de Picheuta, Combate de Potrerillos y Guardia Vieja, pudieron ingresar en Santa Rosa de los Andes, el día 8 de febrero de 1817. En la misma fecha, se produjo la reunión con la división principal que el día anterior había salido victoriosa en la acción de Las Coimas.

Las dos debían reunirse en el valle del Aconcagua, mientras que efectivos menores dispersaban las fuerzas enemigas, induciéndolas a engaño respecto del avance de la agrupación principal.

El cruce fue verdaderamente épico: no sólo cruzaron una de las cadenas montañosas más altas del mundo (Las Heras registró que cruzó el paso de la Cumbre, de 3.500 metros, a las tres de la mañana), sino que lo hicieron por un desierto que en parte no tenía siquiera agua. El único medio día de descanso que tuvieron fue durante una tormenta de granizo que los obligó a detenerse.


Batalla de Maipú
Las fuerzas de Las Heras, de O’Higgins y de Soler se reunieron el 8 de febrero en el Campamento de Curimón. Ante las noticias del avance del jefe realista, coronel Rafael Maroto, hacia las casas de Chacabuco, San Martín ordenó el avance. El 12 de febrero se libró la Batalla de Chacabuco, en la que el Ejército de Los Andes obtuvo la victoria sobre los realistas, que perdieron 500 muertos y 600 prisioneros. Los patriotas tuvieron que lamentar sólo 12 bajas.

El gobernador Casimiro Marcó del Pont huyó hacia el sur, pero fue capturado por el capitán José Félix Aldao, de larga trayectoria posterior.

El 18 de febrero se convocó a un cabildo abierto que propuso a San Martín como Director Supremo pero éste rechazó el ofrecimiento para evitar sospechas sobre un posible avasallamiento de las Provincias Unidas del Río de la Plata sobre la autonomía de Chile. Dos días después, el cabildo nombró a O'Higgins como Director Supremo, designación que San Martín avaló.

Días después, San Martín ordenó a Las Heras que persiguiera a los realistas hasta Concepción, pero éste no pudo impedir que se atrincheraran en Talcahuano. O'Higgins intentó capturar esa fortaleza, pero fue completamente vencido. Aprovechando esa posición, el virrey del Perú envió refuerzos para los realistas, al mando del ex gobernador Mariano Osorio.

Mientras tanto, San Martín viajó a Buenos Aires, a pedir más colaboración a Pueyrredón, que debería también formar una escuadra. A su regreso ordenó a sus hombres replegarse hacia el norte, reuniendo unos 8.000 hombres en las afueras de Talca. Allí se produjo el 19 de marzo de 1818 la sorpresa de Cancha Rayada, en que el Ejército Unido bajo las órdenes de San Martín fue derrotado cuando realizaba una maniobra nocturna para evitar un inminente ataque. En la oscuridad se generó una gran confusión, y los españoles perdieron 300 hombres, pero quedaron dueños del campo y capturaron el parque, fusiles y cañones, levantando mucho la moral de sus tropas. Los patriotas tuvieron 120 bajas, pero la división a cargo de Las Heras emprendió una retirada ordenada sustrayéndose a la lucha, con lo que pudo iniciar la reorganización de los restos del Ejército Unido.

La desmoralización hizo efecto en Santiago, y muchos patriotas escribieron a Osorio pidiendo clemencia, mientras otros huían a las Provincias Unidas. Pero San Martín no se dio por vencido, y en quince días puso nuevamente a su ejército en condiciones de luchar nuevamente. San Martín esperó a Osorio en los llanos del río Maipo.

El 5 de abril se produjo la batalla de Maipú, en que fuerzas patriotas obtuvieron una completa victoria. El adversario dejó en el campo de batalla 2.000 cadáveres, cerca de 2.500 prisioneros, todo su armamento y material de guerra. El brigadier O'Higgins, herido en Cancha Rayada, no participó de la batalla; pero se hizo presente una vez finalizada la lucha, montado en su caballo, para abrazar a San Martín y llamarlo "Salvador de Chile".

El escueto parte de la victoria dice:

«Acabamos de ganar completamente la acción. Nuestra caballería los persigue hasta concluirlos. La patria es libre, abril de 1818. San Martín.»

En efecto, con la batalla de Maipú se obtuvo definitivamente la victoria sobre las tropas realistas, asegurando finalmente la independencia de Chile.

El gobierno de Chile lo premió con una vajilla de plata y 6.000 pesos, pero San Martín rechazó ambos regalos diciendo: «No estamos en tiempos para tanto lujo.»

Sin embargo, San Martín tuvo opositores locales, como los hermanos Carrera, líderes de un sector opositor a O’Higgins, que conspiraban contra San Martín y especialmente contra O'Higgins. Juan José y Luis Carrera fueron arrestados, y José Miguel huyó a la Banda Oriental. Poco antes de Maipú, Juan José y Luis Carrera fueron fusilados en Mendoza por orden del gobernador Toribio de Luzuriaga. Desde entonces, José Miguel Carrera intentaría volver a su país para deponer a O'Higgins y juzgar a San Martín por la ejecución de sus hermanos.

Luego de la emancipación chilena San Martín se trasladó a Buenos Aires para obtener del gobierno un empréstito que permitiera costear los gastos de la Expedición Libertadora del Perú. Pueyrredón le prometió 500.000 pesos pero luego hubo dificultades para cumplir la promesa debido a las luchas internas entre Buenos Aires y los caudillos federales. Entonces San Martín renunció a la jefatura del ejército. Ante este hecho, el Directorio envió a San Martín 200.000 pesos, y junto a la ayuda financiera obtenida de O’Higgins, ambos lograron armar una escuadra, prácticamente comprada en Gran Bretaña, al mando de Alexander Cochrane.

El Gobierno de Chile determinó que San Martín sería el comandante en jefe de la expedición, que navegaría bajo bandera chilena. Finalmente San Martín fue designado general en jefe del Ejército de Chile, y general del mismo, siéndole conferido ad honorem el grado de Capitán General del ejército de Chile dos días después de ello. Cuando se disponía a reanudar la campaña al Perú recibió la orden del Directorio de marchar hacia el Litoral Argentino con su ejército para combatir a los federales de Santa Fe y Entre Ríos. San Martín se negó de plano, y ante la insistencia respondió con el silencio. En febrero de 1820, la victoria del Partido Federal provocó la caída del Directorio de las Provincias Unidas, quedando el país sin gobierno central. Esta situación dejó sin respaldo legal su autoridad, por lo que renunció frente a los oficiales argentinos; pero éstos, dirigidos por el coronel Enrique Martínez, rechazaron su renuncia.

Finalmente, el 20 de agosto de 1820 partía San Martín junto a la expedición desde Valparaíso hacia el Perú. La expedición estaba constituida por alrededor de 4.500 hombres, pertenecientes al Ejército libertador de los Andes y al Ejército de Chile, de los cuales 1.600 eran marinos. Se embarcaron en ocho navíos de guerra y dieciséis transportes. No se puede especificar a ciencia cierta cuantos soldados argentinos y cuantos chilenos conformaban la expedición y que número prevaleció pero la mayor parte de los oficiales eran argentinos y los jefes navales de orígenes varios, siendo de destacar los británicos entre quienes se encontraba Cochrane, franceses como Hipólito Bouchard y chilenos como Manuel Blanco Encalada.

El 8 de septiembre, el ejército al mando de San Martín desembarcó en la playa de Paracas, cerca del puerto de Pisco, haciendo retroceder al ejército realista, que se replegó a la zona de la Sierra.

El virrey Pezuela, tenía bajo su mando a unos 20.000 soldados, distribuidos por todo el virreinato, de los cuales la mayor parte defendía Lima. Tratando de ganar tiempo para reunir a todos los soldados, planteó una salida diplomática al conflicto, que finalmente no llegó a ningún acuerdo aceptable para San Martín. Éste envió una división al mando del general Juan Antonio Álvarez de Arenales por la ruta de la sierra, para perseguir a las divisiones realistas ubicadas en esa zona y propiciar la insurrección de las poblaciones a lo largo de su trayecto.

San Martín se reembarcó en la escuadra, y en los primeros días de noviembre desembarca en la localidad de Huacho, donde fortificó su posición e inició su estrategia para sitiar definitivamente Lima.

El 29 de enero de 1821 se sublevaron altos oficiales realistas contra el virrey Pezuela, quien renunció a su cargo y fue sustituido por el general José de La Serna, que sería confirmado más tarde como virrey del Perú por la corona. El nuevo virrey propuso a San Martín nuevas negociaciones diplomáticas, las cuales finalmente fracasaron debido a que la propuesta definitiva del general era la independencia del Perú. El sitio de Lima se prolongó por algunos meses; en el mes de marzo arribó al Perú el capitán Manuel Abreu, enviado por el rey de España como emisario pacificador, sin ninguna consecuencia favorable para los independentistas. San Martín decidió iniciar una nueva estrategia y envió dos ejércitos, uno al mando del general Guillermo Miller, para desembarcar en las costas del sur, y otra al mando del general Arenales, hacia la sierra.

San Martín dejó Huacho y desembarcó en Ancón, estrechando el cerco a Lima. Simultáneamente inició nuevas negociaciones de paz, que se realizaron a fines de abril en la hacienda de Punchauca, cerca de Lima; los delegados de San Martín fueron Tomás Guido, Juan García del Río y José Ignacio de la Roza; por parte del virrey La Serna fueron Abreu, Manuel de Llano y Mariano Galdiano. Las negociaciones fracasaron nuevamente.

Pocos días después se pasó a sus filas uno de los más destacados regimientos de las fuerzas del virrey: el regimiento realista Numancia, compuesto de venezolanos y neogranadinos, que había sido formada en Venezuela por Pablo Morillo en 1813 y enviada al Perú tres años más tarde. Esta deserción en masa desmoralizó al resto de las fuerzas realistas, obligando a De La Serna a abandonar la ciudad el 5 de julio, internándose en la sierra. Esto le abrió las puertas de Lima a San Martín.

San Martín ocupó Lima y reunió un cabildo abierto el 15 de julio. El día 28, ante una multitud reunida en la Plaza de Armas de Lima, San Martín declaró la independencia y fue nombrado Protector del Perú con autoridad civil y militar.

Formó su ministerio con los ministros Hacienda Hipólito Unanue, de Hacienda, Juan García del Río, de Relaciones Exteriores y Bernardo de Monteagudo, de Guerra y Marina. En el mes de octubre dictó un Estatuto Provisorio de Gobierno, en el cual se establecía la división territorial, la libertad de vientres, y la libertad de los indígenas de los tributos específicos. Jurídicamente, el Reglamento establecía que

“todas las leyes, ordenanzas y reglamentos quedan en su fuerza y vigor, mientras no sean derogadas o abrogadas por autoridad competente.”

Ese mismo año fundó la Biblioteca Nacional del Perú, a la cual donó su colección personal de libros, y creó la Orden del Sol, actualmente llamada Orden El Sol del Perú.

Fundó la Sociedad Patriótica, formada por 40 ciudadanos peruanos, a quienes consideró los más ilustrados entre los decididos por la causa independentista. Ésta se enfrascó en discusiones sobre la forma más conveniente de gobernar el país, entre la monarquía constitucional que apoyaba San Martín y defendían los ministros Unanue y Monteagudo, y la república, que defendían Manuel Pérez de Tudela y Mariano José de Arce. En apoyo a sus ideas monarquistas, envió a García del Río y Diego Paroissien a Europa, a conseguir un príncipe de la Casa de Sajonia-Coburgo-Gotha, para que reinara en el Perú. También debían contratar un empréstito para continuar la campaña militar.

Estableció la libertad de comercio y la libertad de imprenta, pero no permitió otro culto religioso que el católico. Expulsó a miles de españoles nototiamente contrarios a la independencia y confiscó sus bienes.

Desde Ancón, y posteriormente desde Lima, San Martín envió una serie de campañas para incorporar al Protectorado al resto del Perú, pero algunos triunfos parciales no pudieron evitar que el Virrey se hiciera fuerte en la Sierra, fijando su capital en Cuzco; el Protector no tenía fuerzas para enfrentarlo con probabilidades ciertas de triunfar.

Durante su protectorado recibió una carta del general Antonio José de Sucre, lugarteniente de Simón Bolívar, para la campaña en Ecuador, en el que reclamaba la incorporación a la misma del batallón Numancia. San Martín se negó a perder la excelente unidad, y en su lugar envió una División Auxiliar al mando de Andrés de Santa Cruz - en su mayoría compuesta por tropas inexpertas - que participaron en las batallas de Riobamba y Pichincha

Entre los días 26 y 27 de julio de 1822 se realizó la Entrevista de Guayaquil, donde se reunió con Simón Bolívar, teniendo como tema principal la liberación del Perú, principal baluarte realista en Sudamérica. Tras una conversación privada, cuyo contenido sólo se puede conjeturar, cedió a Bolívar la iniciativa y conclusión de la campaña libertadora.

Poco después decidió retirarse de todos los cargos y volver a su país.

"He convocado al Congreso para presentar ante él mi renuncia y retirarme a la vida privada con la satisfacción de haber puesto a la causa de la libertad toda la honradez de mi espíritu y la convicción de mi patriotismo. Dios, los hombres y la historia juzgarán mis actos públicos."

José de San Martín (carta a Bolívar. Lima, 10 de septiembre de 1822)

Su gobierno había durado desde el 3 de agosto de 1821 hasta el 20 de septiembre de 1822.

Vuelto a Mendoza en enero de 1823, pidió autorización para regresar a Buenos Aires y reencontrarse con su esposa que estaba gravemente enferma. Bernardino Rivadavia, ministro de gobierno del gobernador Martín Rodríguez, se lo negó argumentando que no sería seguro para San Martín volver a la ciudad. Su apoyo a los caudillos del Interior y la desobediencia a una orden que había recibido del gobierno de reprimir a los federales, le valió que los unitarios quisieran someterlo a juicio.

Al empeorar la salud de su esposa, decidió viajar a Buenos Aires. Al llegar, su mujer ya había fallecido el 3 de agosto de 1823. La lápida de su sepultura, que puede leerse en el Cementerio de la Recoleta, reza: «Aquí yace Remedios de Escalada, esposa y amiga del general San Martín».

Al llegar a Buenos Aires se le acusó de haberse convertido en un conspirador. Desalentado por las luchas internas entre unitarios y federales decidió marcharse del país con su hija, quien había estado al cuidado de su abuela. El 10 de febrero de 1824 partió hacia el puerto de El Havre (Francia). Tenía 45 años y era generalísimo del Perú, capitán general de la República de Chile y general de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Luego de un breve período en Escocia, se instalaron en Bruselas y poco después en París. Su única obsesión era la educación de su hija Mercedes. En 1825 redactó las Máximas para Merceditas, donde sintetizaba sus ideales educativos. 

Ofreció sus servicios a las autoridades argentinas con motivo de la guerra con Brasil, sólo después de la renuncia de su despreciado enemigo Rivadavia a la presidencia; pero la guerra ya había prácticamente terminado.

En marzo de 1829 intentó regresar a Buenos Aires, al saber que había vuelto a estallar la guerra civil, permaneció a bordo de incógnito, aunque fue descubierto. Su antiguo subordinado, el general Juan Lavalle, había derrocado y fusilado al gobernador Manuel Dorrego, pero ante la imposibilidad de vencer en la contienda, ofreció a San Martín, la gobernación de la Provincia de Buenos Aires, pero éste juzgó que la situación a que había llevado el enfrentamiento sólo se resolvería por la destrucción de uno de los dos partidos. Respondió a Lavalle que: «el general San Martín jamás desenvainará su espada para combatir a sus paisanos». Posteriormente se trasladó a Montevideo, donde permaneció tres meses, para finalmente volver a Europa.

Durante los años que duró su exilio, San Martín mantuvo contacto con sus amigos en Buenos Aires, tratando de interiorizarse de lo que sucedía en su país. En 1831 se radicó en Francia, en una finca de campo cercana a París. Por esos años tiene lugar su afortunado encuentro con su antiguo compañero de armas en el ejército español, Alejandro Aguado, marqués de las Marismas del Guadalquivir, quien, convertido en un exitoso banquero, designó a San Martín tutor de sus hijos, con una generosa paga. Tres años más tarde y gracias al dinero ahorrado trabajando con su amigo y gracias a la venta de las fincas con que lo habían premiado el gobierno de Mendoza y el de Perú, se mudó a una casa que compró en Grand Bourg.

Recibió la visita de varios personajes americanos, en general jóvenes románticos y liberales, exiliados de su país, como Juan Bautista Alberdi (en 1843) y Domingo Faustino Sarmiento (entre 1845 y 1848), que viajó a Europa por encargo del gobierno de Chile y se encontró con San Martín en Grand Bourg en varias oportunidades. Hasta sus últimos años mantuvo correspondencia con su gran amigo Tomás Guido, quien lo mantenía informado sobre la situación política en América.

Como vemos, nuestro héroe no fue en vida lo suficientemente reconocido y tuvo que luchar contra muchos enemigos externos e internos para lograr sus objetivos independentistas, vivió su vejez lejos de la patria que ayudó a nacer y entristecido por las guerras internas que en ella se desataban.

Fechó su testamento ológrafo en París el 23 de enero de 1844, dejando como única heredera a su hija Mercedes de San Martín, casada con Mariano Balcarce que ejercía como embajador argentino en París.

En marzo de 1848, al estallar la revolución de ese año en París, se traslada a la ciudad costera de Boulogne-sur-Mer, estableciéndose en una habitación alquilada. Allí falleció a la edad de 72 años, a las tres de la tarde del 17 de agosto de 1850, en compañía de su hija Mercedes y de su yerno. Según cuenta la leyenda, el reloj de la casa dejó de funcionar a esa hora y aún sigue marcando las 3 en punto. 

En 1861 sus restos fueron trasladados a la bóveda de la familia González Balcarce, ubicada en el cementerio de Brunoy, Francia. Luego hubo varios intentos de repatriarlos a los que se opuso su hija, quien como esposa del embajador en Francia y afincada en ese país, prefería que permanecieran cerca de su residencia. A la muerte de Mercedes San Martín en febrero de 1875 se activaron las gestiones y durante la presidencia de Nicolás Avellaneda se creó la «Comisión encargada de la repatriación de los restos del Libertador». La repatriación de los restos de José de San Martín finalmente se produjo el 28 de mayo de 1880 cuando fueron conducidos a Buenos Aires por el vapor transporte Villarino en su viaje inaugural, arribando en una masiva celebración.

Una leyenda urbana sostiene que la Iglesia Católica se habría opuesto a que se depositaran sus restos en la Catedral dada su condición de masón que acarreaba la excomunión. Según la leyenda mencionada, sólo tras largas negociaciones se habría alcanzado un acuerdo, en virtud del cual el féretro descansaría en una de las naves laterales de la catedral, e inclinado con su cabeza hacia abajo. 

En el mausoleo se encuentra escrito: «Triunfó en San Lorenzo, afirmó la Independencia Argentina, pasó los Andes, llevó su bandera emancipadora a Chile, al Perú y al Ecuador».

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